La vida es un gran influjo en espiral que sucede en un pañuelo o en el mínimo e irónico espacio que deja libre la arena entre grano y grano.
Así uno despierta un dia sintiéndose afortunado de vivir de cerca esa maravilla contradictoria que es América Latina. Una América Latina que toma formas humanas y no humanas. Todas distintas. La de la mujer que me amó y me dejó. La de las canciones de amor y lucha, y por que no, de revoloteo...
Una tierra manchada de sangre desde que se tuvo consciencia de su existencia, que por mucho que la maltrate la historia, resurge con espíritu y orgullo. Una tierra en que el bajo valor que se le da a la vida contrasta terriblemente con las enormes ganas de vivir de sus voceros.
Cuando hablo de vivir cerca no hablo de geografía, si no de espíritu. Un espíritu contagioso y contagiado por esa constante bocanada de aire fresco de personas que buscan salir adelante y sacar adelante a sus seres queridos. Con mayor o menor habilidad o acierto. Pero con indudable e indiscutible tesón.
La literatura es mi whattsapp con América Latina. Galeano. Benedetti. García Márquez. Un canal de comunicación innovador de tan olvidado. Y es Galeano el que me inspira este post. Un Galeano que retrata Días y noches de amor y de guerra. La guerra del humano contra el humano. Genocida. Ubicua. Descarnada y tan actual.
Pero una guerra que los que la luchan con más pasión son los latinoamericanos que encuentro y que me enriquecen. Es un regalo poder ser profesor de alumnos de Másters. por todo lo que transmiten mis alumnos. Y en mi rol docente académico me siento como un humilde servidor que a menudo aprende mucho más de lo que enseña, y nunca deja de ser sorprendido por ese amor a la vida que desprende a través de sus diplomáticos y emisarios, América Latina.